domingo, 13 de septiembre de 2009

danza elíptica


Dos puntos intangibles o infinitamente diminutos. Distanciados y apartados se ubican uno frente al otro unidos por un invisible eje; son focos en el espacio bidimensional. Dos puntos en armoniosa tensión; dualidad de un centro.
A su alrededor como si supiera que están ahí; algo los rodea, algo los encierra, algo transita mientras deja una angosta huella, un camino infinitamente estrecho que solo una línea podría recorrerlo. Una línea fascinada por ese par de puntos, una línea apoyada en su mirada, en ese par de ojos fijos, en esos focos. Esa línea es la elipse.
Una elipse que en algún momento decidió bailar apoyada en el eje invisible que une los focos, apoyada en esa línea recta gira ahora en el espacio de tres dimensiones mientras aquellos focos no le pierden de vista. Gira una y otra ves, gira hasta multiplicarse infinitamente, gira hasta desaparecer. Hasta ser elipsoide.

Luego, mucho más tarde algo sucede: un nuevo eje atraviesa al elipsoide justo por su columna vertebral, por su centro geométrico; partiendo en la mitad al eje que unía el par de puntos. Los focos se rompen y su mirada se apaga. Aparece entonces otro punto, un centro único. Junto a él otras elipses toman el exacto espacio tridimensional del elipsoide y apoyadas en el nuevo y ciclópeo centro -tal vez algo inestable o muy permisible- muchas de estas elipses -digamos la mitad- van girando una tras otra gradualmente algo así como de 0 a 90 grados cambiando por completo la configuración del elipsoide. Las otras, la otra mitad de ellas no solo realiza el mismo giro, sino que se desplazan una tras de otra, un paso, una unidad, dos pasos, tres, cuatro, cinco unidades de longitud. Se trasladan, se desplazan progresivamente por la línea perpendicular a aquella que atravesó el elipsoide. Todo esto, mientras ruedan en sentido contrario a las otras, mientras se retuercen tocándose e interceptándose en una rítmica y sensual danza elíptica; posible solamente en el espacio de tres dimensiones.

Ya nada queda del viejo volumen. Ahora es superficie en el espacio. Solo a veces, en que la figura es observada desde algún punto cualquiera de ese espacio tridimensional puede distinguirse algunas elipses reunidas, de tal manera que sus líneas congregadas nos recuerdan al elipsoide.
































































1 comentario:

Anónimo dijo...

Una hermoza danza, mirarla flotar en el espacio y cambiando sus colores
Arte X