jueves, 29 de julio de 2010

Una casa, un cadáver exquisito

Siempre fue un misterio para el hombre ese universo de objetos que encontró en su camino, universo que llamó luego naturaleza, del cual se sintió siempre extraño y excluido o mejor dicho se excluyó, se alejó por indiscreta voluntad para así tratar de comprender. Así, fue necesario separarse de la naturaleza para acercarse a su fascinante misterio, tomar distancia de las cosas para poder contemplarlas; solo así se las percibe en su totalidad, en perspectiva y solo entonces se puede hacer comparaciones, descubriendo similitudes y diferencias para luego clasificarlas y así tratar de conocerlas o por lo menos pretender reflexionar sobre ellas. “Solo puede ser pensado aquello que puede ser clasificado” señaló Foucault en “Las palabras y las cosas”

Simple y obvia clasificación espacial es la de interior y exterior, la de aquel sujeto que se ubica dentro o fuera de cualquier edificio. Conciente de ello, este individuo empezaría a involucrarse en arquitectura…

Puede uno pararse frente a una casa y empezar a pensar sobre ella, se asombraría de lo que descubre luego de un momento de atenta expectación, pero no sería suficiente, pues aunque interprete la geometría oscura de su sombra y aunque transite con sus ojos los de ella no descifraría jamás su vacío interior. Entonces puede uno entrar en ella y dejar que los días pasen allá fuera y algún momento al abrir los ojos descubriría nuevas formas en la monotonía del cielo raso, o se detendría pasmado con el gutural sonido de alguna oculta bisagra y aunque su mano se detenga a escuchar la textura de una pared de ningún modo descubriría qué hay detrás de esa rugosidad.

Nunca sería suficiente esa clasificación y uno se vería abocado a hurgar más en ese edificado enigma, por tanto si se quiere reflexionar o pensar en arquitectura, el crítico habría de hacer como el cirujano y elegir los instrumentos necesarios para diseccionar al objeto arquitectónico y poder vislumbrar sus partes constituyentes y así éste pueda ser analizado, o a su vez diagnosticado. Pero tras realizar esa disección y observar dichas partes vitales el crítico cirujano encontraría, no sin asombro, que de alguna manera éstas se entretejen y superponen, que poseen vínculos, lasos que como raíces se bifurcan y se acoplan con otras partes que poco o nada tienen que ver con el hecho arquitectónico desbordando su aparente forma. Además advertiría que estos vínculos están constantemente cambiando y transformándose como si cumplieran un caprichoso y complejo ciclo vital. El cirujano entonces caería en cuenta que no está diseccionando un cuerpo cualquiera con aparente síntoma de enfermedad o muerte; pronóstico apresurado e insinuado ya sea por la frialdad de su piedra o por la inmovilidad de su estructura. Sino que está diseccionando un ser plenamente vivo que no puede ser fijado o aprehendido por sus inteligentes y juiciosos instrumentos. Así mientras su bisturí va cortando y develando capas, otras van apareciendo, nuevas capas, nuevas máscaras se van generando como si de un cadáver exquisito se tratara, sin principio y sin final. Imposible develar su significado, su esencia última. Aquel sujeto comprendería entonces la inutilidad de su empresa y entrevería abrumado que él es parte de su objeto de estudio y que irremediablemente se encuentra en el interior del cuerpo que disecciona.

Esa necesidad de conocer el objeto arquitectónico tan solo fijándonos en su aparente particularidad y aislándolo del mundo, solo repercute en su insignificancia ya que ninguna cosa significa en si, y solo pueden definirse a partir de su otro, por su diferencia, así funciona la clasificación; creando entorno.

No tiene muchas opciones nuestro crítico-cirujano que busca anhelante el significado de ese cuerpo espacial; tal vez detenerse o repetir el proceso una y otra vez –performance del arquitecto-, a fin de que su repetitiva acción le otorgue significado; según Judith Butler un significado tan real como la palabra, ya que para ella “la significación es un proceso social que crea la realidad a medida que la nombra”, pero sin olvidarnos de Derrida para quien la significación se disemina, se dispersa, se difiere, pero nunca llega. Arquitectura: significación latente de un cadáver vivo.

Kléver Vásquez

1 comentario:

bronñ dijo...

exelente definición
Saludos...