Siempre fue un misterio para el hombre ese universo de objetos que encontró en su camino, universo que llamó luego naturaleza, del cual se sintió siempre extraño y excluido o mejor dicho se excluyó, se alejó por indiscreta voluntad para así tratar de comprender. Así, fue necesario separarse de la naturaleza para acercarse a su fascinante misterio, tomar distancia de las cosas para poder contemplarlas; solo así se las percibe en su totalidad, en perspectiva y solo entonces se puede hacer comparaciones, descubriendo similitudes y diferencias para luego clasificarlas y así tratar de conocerlas o por lo menos pretender reflexionar sobre ellas. “Solo puede ser pensado aquello que puede ser clasificado” señaló Foucault en “Las palabras y las cosas”
Simple y obvia clasificación espacial es la de interior y exterior, la de aquel sujeto que se ubica dentro o fuera de cualquier edificio. Conciente de ello, este individuo empezaría a involucrarse en arquitectura…
Puede uno pararse frente a una casa y empezar a pensar sobre ella, se asombraría de lo que descubre luego de un momento de atenta expectación, pero no sería suficiente, pues aunque interprete la geometría oscura de su sombra y aunque transite con sus ojos los de ella no descifraría jamás su vacío interior. Entonces puede uno entrar en ella y dejar que los días pasen allá fuera y algún momento al abrir los ojos descubriría nuevas formas en la monotonía del cielo raso, o se detendría pasmado con el gutural sonido de alguna oculta bisagra y aunque su mano se detenga a escuchar la textura de una pared de ningún modo descubriría qué hay detrás de esa rugosidad.
Nunca sería suficiente esa clasificación y uno se vería abocado a hurgar más en ese edificado enigma, por tanto si se quiere reflexionar o pensar en arquitectura, el crítico habría de hacer como el cirujano y elegir los instrumentos necesarios para diseccionar al objeto arquitectónico y poder vislumbrar sus partes constituyentes y así éste pueda ser analizado, o a su vez diagnosticado. Pero tras realizar esa disección y observar dichas partes vitales el crítico cirujano encontraría, no sin asombro, que de alguna manera éstas se entretejen y superponen, que poseen vínculos, lasos que como raíces se bifurcan y se acoplan con otras partes que poco o nada tienen que ver con el hecho arquitectónico desbordando su aparente forma. Además advertiría que estos vínculos están constantemente cambiando y transformándose como si cumplieran un caprichoso y complejo ciclo vital. El cirujano entonces caería en cuenta que no está diseccionando un cuerpo cualquiera con aparente síntoma de enfermedad o muerte; pronóstico apresurado e insinuado ya sea por la frialdad de su piedra o por la inmovilidad de su estructura. Sino que está diseccionando un ser plenamente vivo que no puede ser fijado o aprehendido por sus inteligentes y juiciosos instrumentos. Así mientras su bisturí va cortando y develando capas, otras van apareciendo, nuevas capas, nuevas máscaras se van generando como si de un cadáver exquisito se tratara, sin principio y sin final. Imposible develar su significado, su esencia última. Aquel sujeto comprendería entonces la inutilidad de su empresa y entrevería abrumado que él es parte de su objeto de estudio y que irremediablemente se encuentra en el interior del cuerpo que disecciona.
Esa necesidad de conocer el objeto arquitectónico tan solo fijándonos en su aparente particularidad y aislándolo del mundo, solo repercute en su insignificancia ya que ninguna cosa significa en si, y solo pueden definirse a partir de su otro, por su diferencia, así funciona la clasificación; creando entorno.
No tiene muchas opciones nuestro crítico-cirujano que busca anhelante el significado de ese cuerpo espacial; tal vez detenerse o repetir el proceso una y otra vez –performance del arquitecto-, a fin de que su repetitiva acción le otorgue significado; según Judith Butler un significado tan real como la palabra, ya que para ella “la significación es un proceso social que crea la realidad a medida que la nombra”, pero sin olvidarnos de Derrida para quien la significación se disemina, se dispersa, se difiere, pero nunca llega. Arquitectura: significación latente de un cadáver vivo.
Kléver Vásquez
1 comentario:
exelente definición
Saludos...
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